La revista "Viva" publicó nota sobre Azul
Azul, la Mancha argentina
Cultura. De como una ciudad próspera de la Pampa Húmeda mantiene viva la fabulosa historia de Don Quijote asi en los libros como en la arquitectura y el folklore popular
Texto: Fernando García. Fotos:Ruben Digilio. Producción: Patricia Di Pietro
Cervantear.Si la palabra existiera debieradar cuenta de la escena que vamos a contar. Sucede a unos cincuenta kilómetros de Azul, en las estribaciones serranas que siguen rumbo a Tandil {(y se detienen en Cabo Corrientes para sumergirse en el océano y ¡zas!, volver a reptar en Africa). en un potrero pegado a un monasterio trapense (nick de la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia, nacida en el siglo XI) cuya arquitectura medieval resulta sedante.
En ese promontorio tres celulares buscan desesperados una señal del señor. De un señor que se supone debiera estar subiendo la ruta 80 en una camioneta-jaula con un caballo blanco y un burro que, habían advertido, amanecio más bien cabrón. El sol empieza a ponerse y el tiempo para la foto soñada en un lugar de la pampa se acaba. Hasta que surge Quijote montando una yegua negra y criolla -ya no habrá tiempo para esperar el simil Rocinante? seguido de cerca por lngersol (un nombre más Tolkien que Cervantes), el baqueano que apareció de la nada y sacó a flote la foto soñada en un lugar de la pampa.
"Sancho ¡son los moros!: Quijote pone su mejor rictus de drama clåsico y empuña la lanza de utilería que cabe justo en el Ford K rojo, el vidrio trasero abierto, que lo trajo hasta aquí. Y sancho hace como que otea el horizonte tapándose del latigazo del sol.Y se oyen fortisimas explosiones sierra adentro. Pero no son moros (aunque Los Moros, dicen, tocaron en Azul en los '80) sino los militares de Fanazul que prueban explosivos. ;Bum!, ;Bum!, ;Bum! Lo dicho: cervanteamos.
Del lugar donde las personas devienen personajes
Bajo un cielo perfectamente azul, Carlos Enrique Fortunato (Quijote) y Julio Duhalde (Sancho) ingresan a los baños del cementerio atravesando el portal que el mítico arquitecto Francisco Salamone construyó a pedido del gobernador Manuel A. Fresco en 1938. Del portal se diría que es monumental pero mejor seria decir que es salamónico. Un ángel cubo-futurista gobierna la fachada y contra su espalda se adivina la sigla R.I.P. en moldes de hormigón de diez metros de altura. Es el celuloide de Fritz Lang vuelto materia concreta. Quijote también en su manía de legar monumentos imposíbles, Salamone desperdigó obras como ésta por toda la región. No se sabe si rememoran una civilización que estuvo o que está por venir.En cualquier caso desafían al uniforme trazado urbano de la Pampa Húmeda.
Al rato, Fortunato y Duhalde vuelven a atravesar el portal salamónico ya convertidos en Quijote y Sacho. Quijote debe haber nacido actor pero la marea social lo hizo arquitecto. Sin embargo desde hace diez años lleva adelante el festival de teatro "Otoño Azul" y el renacimiento cervantino de la ciudad ya lo tuvo haciendo el personaje en la película Los sueños de Don Bartolo. La refacción que salvó al glamoroso Teatro Español (1992) de la picota lleva además su firma.
Que Sancho sea "Duhalde" alienta raras elucubraciones de politica-ficción (¿Quijote fue Menem? ¿O será Chiche?), Sancho no es actor (iban a traer uno de Olavarria: uy, esa rivalidad...) pero "hice tantas cosas...". Media hora atrás de ser trasmutado por el portal de Salamone, metía mano a la fuente de la plaza San Martin. Había que dejarla lista esa misma noche para la inauguración del Tercer Festival Cervantino de la Argentina.
A la noche, cuando la recorrida del duo más mentado de la ficción haya terminado y espere una cena en la parrilla... Sancho Panza, "Duhalde", llegará mas tarde. Primero tendrá que terminar su jornada cerrando las puertas del Cine Universal que, como el Teatro Español antes, casi desaparece en enero. Qué rara paradoja hubiera sido que la ciudad Cervantina se quedara sin proyectar cine cuando Don Quijote acaso sea nuestra primera gran película.
Donde se cuenta la historia de Bartolomé Ronco y su fabulosa colección de libros
La mecedora de esterilla recupera el movimiento con el peso de un pulgar y sigue así unos cuarenta segundos en pleno ejercicio de sus facultades cinéticas. Esta fue la silla de niña de Margarita Ronco hasta que una meningitis tuberculosa la mató cuando apenas había cumplido quince años. Fue la única hija de Bartolomé Ronco y María de las Nieves Giménez, heredera de una de aquellas fortunas pampeanas. Dicen, especulan, porque en Azul nadie sabe muy bien cómo empezó la cosa, que Ronco mitigó semejante dolor edificando esta fabulos colección. Dandy viajero, Bartolomé (Víctor Laplace en la ficción azuleña) recorrió el mundo buscando ediciones antiguas (Amberes, 1697); curiosas (miniaturas de todo el mundo]: ilustradas (por Walt Disney, Gustave Doré O Salvador Dalí); modélicas (una Primera edición Sudamericana, La Plata, 194); exóticas (China, Japón). En algunas, muy pocas, dejó anotaciones del momento y lugar de la compra.
Se murió en 1952 a los 71 años. En la casa de catorce ambientes de San Martín 362 quedaron Maria de las Nieves y una fiel ama de llaves. La señora (vivió casi cien años, hasta finales de los `80) y el ama de llaves resistió allí todo lo que pudo. Quedaron solos los libros, los Quijotes. La casa ya era una meca de eruditos casi ajena ala ciudad. Al fin, los festejos españoles por el IIV Centenario del Quijote volvieron la vista sobre la colección Ronco y desde ahí la mancha Azul, designada ciudad cervantina, comenzó su inexorable expansión por fuera de ese templo.
Del lugar donde batallan la ficción y la realidad
"Se comenta que entre las personas que visitaron el monasterio trapense se encuentra Paul Warfield Tibbets Jr, el estadounidense que a bordo de un bombardero B-29 lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshimar (...). Se dice que pasó un se dice que pasó un lapso importante de tiempo realizando las tareas junto a los monjes. Algunos comentan haberlo visto en las misas domingueras, con las clásicas vestimentas, pero con la cara parcialmente cubierta..."
Asi dicen en Azul y nadie lo desmiente. Ni siquiera el sitio oficial de turismo, que reproduce la especie tal como la leyeron, agregando otras visitas de lustre : Zulemita y Susana.
El monasterio que no saldrá en la foto fue fundado en 1958 y, dicen tambien, lo fundaron ex combatientes yanquis de la Segunda Guerra Mundial.
Parece natural, entonces, que la imagen elegida para simbolizar la fiebre cervantina de Azul (Block de notas) postre Dulcinea, un cheesecake de naranjas silvestres: el monumento fierrero de Regazzoni que terminó en un juicio, la edición IV Centenario en el lobby de los hoteles— ostente bajo su luminosidad diáfana, el rumor de la guerra, que de eso también estaban hechos los cuentos del ingenioso hidalgo.
Se cervantea en este potrero soleado y las explosiones de fondo suenan en una frecuencia ambigua entre lo que es y lo que se imagina. El repiqueteo culposo dela conciencia del bombardero de Hiroshima acaso o la onda expansiva de Cervantes, todavía imaginandonos. Mejor ésta. ¿no?