Otoño Azul 2011: Rosario, claro exponente de "el otro teatro" argentino
Entre otras cualidades, Otoño Azul, tiene la virtud de poner al público en contacto con ese “otro teatro” que transcurre en espacios independientes, fuera del mapa comercial y mediático. No sólo en Buenos Aires, sino en muchos lugares del país, hay claros exponentes del vigor y rigor que en este aspecto alcanza el arte escénico nacional. Por mucho de eso, la ciudad de Rosario tiene en el Encuentro una presencia más que habitual.
Con dramaturgia y dirección de Gustavo Guirado y actuaciones de Claudia Schujman y Paula Fernández, se presentará la pieza “La Quema, todo candor trae sangre”, un potente y provocador juego teatral donde las actrices llevan al límite sus potencialidades expresivas en un espacio casi desnudo.
Muchos mundos conviven en esta obra, incluso algunos bellos y terribles como los poemas de Roberto Juarroz. (“Se podrá apagar todos los fuegos / pero nunca se acabará el humo”). La obra de este poeta ha motivado a Guirado, actor, docente e inquieto y arriesgado director, a continuar indagando en el mundo femenino, hecho que empezó hace tiempo y que profundizó a partir de una impactante versión de “Medea”.
Dos mujeres solas, dentro de los límites de un cuarto, desandan los fragmentos de sus pobres biografías de soledades mientras afuera todo tiembla, algo termina, la quema fagocita los rastros del pasado dejando el futuro a la intemperie. En los barrios de toda la ciudad, sin que nadie encuentre razones, los vecinos se reúnen en las esquinas a quemar los objetos ligados a sus propios recuerdos. ¿Barajar y dar de nuevo? Las dos mujeres, no casualmente sin nombres, se extrañan de la enloquecida situación y como accionando mecanismos de defensa, ritualizan sus pasados que, pareciera, fueron mejor.
Una se pone la ropa de sus muertos y como una médium imita sus voces, los corporiza. La otra, ya jubilada, añora su cargo de vice-directora de un colegio. Dos mujeres en un clima enrarecido: el fuego, las cicatrices, el humo.
La obra indaga en la laberíntica construcción de la realidad, la precariedad de la palabra para nombrar y significar. Plantea un mundo donde reina la confusión y la representación salvaje y vacía pero también donde subsiste la ternura como lenguaje último de las cosas últimas en un mundo ya último.
La crítica rosarina ha coincidido: “La Quema” tiene un rasgo fundamental e hipnótico que son las actuaciones. Los personajes viven un duelo constante y en ningún momento eso escapa a las interpretaciones.
Y de eso se trata. ¿Qué es esencialmente el teatro sino el hecho vivo de un actor que vibra en escena y transmite esa intensidad a la platea? Tarea tan difícil como maravillosa del buen teatro.