Una turista pasó por la ciudad y escribió en el Diario La Nación que se "enamoró" de Azul
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Azul, de Cervantes a Salamone
Por Mónica Crosa
Domingo 27 de marzo de 2011 | Publicado en edición impresa
Nuestras vacaciones transcurrieron en Azul, provincia de Buenos Aires. Será por su nombre, mi color favorito, o porque allí se desarrolló gran parte de la obra del arquitecto Francisco Salamone, de cuyas obras sólo había visto algunas fotos.
Llegar a Azul fue transportarnos a un lugar de gran belleza. El centro posee ritmo y movimiento. Se nota el deseo de los azuleños de colocar su ciudad en la actividad turística, no sólo de fin de semana. Hay mucho por conocer:
La catedral es bella y muy cuidada. El Teatro Español, con la sede de un viceconsulado de España -ya que Azul es considerada Ciudad Cervantina y guarda una rica colección de ediciones del Quijote-; la estatua ecuestre de San Martín rodeada de una fantástica fuente; la plaza con sus increíbles baldosas, cuyo zigzagueante trazado estuvo a cargo de Salamone, y hace pensar que, al caminar, flotamos entre ellas.
También están la capilla y la gruta de Lourdes y el balneario municipal, cuidado, extenso, con mesas y fogones, donde los fines de semana se desarrollan encuentros musicales para los jóvenes.
Muy cerca del monasterio trapense se encuentra la Boca de las Sierras, donde se construye un mirador. A su alrededor se levanta un parque con obras de Carlos Regazzoni.
Nos enamoramos de Azul y finalmente pudimos ver la portada del cementerio, obra de inigualable porte. Sobre un fondo de grandes letras (RIP) en mármol negro se erige el Angel de la muerte, que es de inusitada majestuosidad.