Cuento "De como Don Quijote llegó a las pampas del Azul y se encontró con Cipriano Catriel"



Autora: Ornella Di Spalatro

Colegio: Escuela Normal
Profesora: María Luisa Carrizo
Primer premio en narrativa en el certamen literario organizado en el 2007 por la Escuela Media Nro. 5 (ex Colegio Nacional)

 

En un lugar de la provincia de Buenos Aires, de cuyo nombre no quiero olvidarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo caballero de nombre pampa, piel bronceada al sol, poncho y galgo corredor.

Una mañana de verano del año dos mil y tanto, un carretón avanza lento por el bulevar desierto. Le acompaña una docena de hombres, camisas arremangadas de trabajo, rostros sudorosos y cascos amarillos.

Sobre el transporte, mas amarillo aún que el casco de los obreros,  se yergue  sobre un flaco rocín, una seca figura, silueta de caballero medieval  rumbo a la batalla.

Su cuerpo y el de su monta compuesta de chatarra soldada aquí y allá, simulan el cuerpo de aquel Legendario Caballero de la Mancha que a los cincuenta años tomó el nombre de Don Quijote para arremeter las más fantásticas aventuras.

Desde la otra costa del arroyo, marcando el ingreso al Barrio "Villa Fidelidad",  Cipriano Catriel se esfuerza por virar lo más que puede su ojo derecho atraído por las órdenes del capataz y las voces  apagadas aún de los obreros.

Por fin,  el carromato transportando la gigantesca escultura, ingresa de lleno en el campo visual del Cacique de las Pampas.

En el solar desde donde de vez en cuando un Circo solía alegrar las solitarias noches del  cacique, una pluma se detiene sobre la celada, mientras los operarios atan cables de acero por entre las patas de Rocinante.

Brilla el sol de la mañana cuando el capataz indica que comience la maniobra y muy lentamente  la monumental estatua de Don Quijote de La Mancha, montado en su valeroso corcel, se eleva al cielo, y más lentamente aún,  comienza a descender hasta tocar los cascos del caballo tierra catrielera.

Si acertará en ese mismo instante alguna persona en la otra margen del arroyo posar su mano sobre la cabeza de piedra de Cipriano, hubiera sido necesario luego sumergirla en el agua helada  para  amortiguar los efectos de la quemazón.

Afortunadamente nadie en aquel momento prestaba atención al busto. En realidad salvo sus familiares y algunos pequeños que solían detenerse camino a la escuela, Catriel ya estaba bastante acostumbrado a pasar desapercibido.

Además la atención de los circunstanciales transeúntes estaba centrada en lo que sucedía a escasos cien metros de ese lugar, donde ahora los obreros terminaban de acomodar una segunda figura, un poco mas baja pero bastante más ancha o gorda que la primera, montado no en caballo sino en burro.

Al medio día los obreros se retiraron dando por terminada la  tarea. Fue entonces cuando Don Quijote comenzó a sentir el crujido de sus huesos de lata. La colosal aventura del viaje desde un desarmadero de autos donde había sido creado, hasta ese nuevo lugar, tan distinto a los campos de la mancha , sumados a la terrible fuerza del gigante que tomándolo con caballo y todo lo elevó por los aires para luego depositarlo suavemente sobre el suelo, le habían provocado un fuerte mareo y unas incontenibles ganas de vomitar.

Para colmo de males, Sancho, su escudero, había quedado algunos metros atrás y parecía imposibilitado de  avanzar.

Entre convulsiones  internas e imposibilidad de mover ni siquiera una mínima porción de su cuerpo Don Quijote gastó la tarde maldiciendo al malvado Frestón, sabio encantador, grande enemigo que intento siempre hacerle todos los sinsabores posibles, a quien culpó de todo lo que le estaba pasando.

Recién cuando las luces de la avenida se encendieron, es decir cuando el sol  había mudado su encanto a otras latitudes, Don Quijote se apaciguó y comenzó a inspeccionar el lugar en que se encontraba.

- Quien puede dudar Sancho de que estamos padeciendo un terrible encantamiento? dijo sin poder voltear la cabeza para saber si su escudero aún estaba allí.

Fue entonces cuando descubrió que en la rigidez que le impedía virar un solo palmo su cuello, sus ojos se encontraban con otros ojos, más negros y fieros que la noche.

Durante toda la tarde Cipriano Catriel había estado pidiendo al Soychu* que no fuera verdad .lo que estaban viendo sus ojos.

Al llegar la noche concluyó que todo era obra de Huecuvú*. Para colmo de males el invasor había sido impuesto de tal manera que sus miradas se encontraban todo el tiempo. Sin embargo, al igual que le pasaba a todo el mundo, la extraña figura de chatarra parecía no haberse enterado de su presencia.

Cipriano estaba orgulloso de haber sido y ser por estar su busto ahora construido en roca un Huenchu* que sabía en sus años de Hueche* dar Hueicha* para defender a su raza y su pueblo.

Luego llegaría el tiempo de la adaptación a las costumbres del blanco y el reconocimiento de militares y presidentes, la casa en el pueblo y los bailes con polcas incluidas en las mejores residencias del Azul.  Alguna vez escucho decir al pasar de un vecino que su casa en la ciudad se había demolido y que su gente seguía reclamando aquella tierra que le usurpara el hombre blanco.

-Mapu, país, tierra... Susurró. Luego su mirada penetro la Tensh* y por primera vez logró interpretar un destello en los ojos del invasor.

Don Quijote estaba seguro de que aquellos ojos pertenecían al malvado Frestón.

-Me la habéis de pagar. Gritó sin gritar, tan solo en su pensamiento el hidalgo caballero. Y diciendo esto y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance lo socorriese, bien cubierto de su rodela intentó poner la lanza en ristre y espolear a Rocinante.

Nada sucedió. No pudo moverse.

Fue entonces cuando con la fuerza de un talcatún* una palabra ingresó en su seco cerebro: ¡ Ñoi, ñoi, ñoi*!

Le costó entender que procedía de un lugar distinto al de sus ideas. Y como no aún no estaba seguro dijo:

-Calla amigo Sancho. Más te hubiera valido venir antes en mi socorro.

-  ¡Ñoi! ¡Tonto! No puedes moverte por no ser humano.

- Quien me habla sin hablarme? Inquirió Don Quijote.

- Invasor. Lapem* Respondió la voz sin voz sin hacer caso a la pregunta.

- Frestón. Malvado encantador. ¡Venceré al caballero que favoreces en cuanto logre deshacer el encanto que me tiene tan quieto! Grito Don Quijote sin gritar, colérico.

- Tu eres solo un montón de chatarra junta. ¿Y osas posar tu Cauel* en mis dominios?

- Sepa, quien quiera que sea, que estas hablando sin hablar con el valeroso caballero Don Quijote de la Mancha, imbatible en los campos de Montiel, y enamorado de la hermosa Dulcinea.

Una risa tan fuerte como trueno retumbo dentro del escaso espacio destinado al cerebro de la obra escultórica. Cuando se acalló la  risa la potente voz de Cipriano dijo lentamente:

- Tu puedes haber sido un Cauquen*,  un Choiquie*, un Diuka*,  o solo un hombre. Pero ahora tú y yo somos estatuas. Tu de hierro y lata, yo de piedra. Un recuerdo y un homenaje. En mi caso merecido por haber vivido en estas tierras.

Cuenta la luna que a esa hora suele jugar a reflejarse en las mansas aguas del Calvú-Leovú*, que un destello brillante broto en los ojos del quijote. Cuentan los periodistas, que eso es totalmente imposible y que en todo caso se puede haber confundido una gota de rocío con una lagrima, que de no ser por el sabor son iguales. 

Fue entonces cuando el Quijote dijo:

-Que preferí vivir loco y morir cuerdo, por ser necesario dar en conocer al  mundo que poco importa de que este hecho si sobreviví 500 años sin vivir ninguno, y aquí vengo a hablar sin hablar y existí sin existir.  Si pude cruzar océanos sin cruzarlos   no fue por mi propia gloria sino por la de aquel que me dio con tinta y papel la vida y que tan mala vida tuvo.

Cuenta la luna que a esa hora suele jugar a reflejarse en las mansas aguas del Calvú-Leovú*, que un destello brillante broto en los ojos de Cipriano. Cuentan los periodistas, que eso es totalmente imposible y que en todo caso se puede haber confundido una gota de rocío con una lagrima, que de no ser por el sabor son iguales.

-         Fue grande tu causa como lo fue la mía. Es por ello que Nguechen*  que no divide a los hombres ni en naciones, credos o razas, unió nuestros  Pillañ*  para que lata y piedra sirvan de ejemplo de unión y  paila*. Porque valeroso caballero tu batalla más importante aún no fue dada y  la mía tampoco. Bienvenido a mi Pulom*.

Y así pasó aquella primera noche. Por la mañana los periódicos hablabarón del "Encuentro de Culturas".

Don Quijote pasó todo aquel segundo día pensando que había querido decir Cipriano. Como a las cinco de la tarde lo supo. Una niñita de no más siete años, trenzas negras y guardapolvo blanco se detuvo a mirarlo. 

Para la realización de este cuento se consultaron las obras: "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha". Autor: Miguel de Cervantes Saavedra.

"Catriel y los Indios Pampas de Buenos Aires". Autor: Alberto Sarramone.

Soychu: Ser Supremo
Huecuvú: Espíritu maligno
Huenchu: Duro, fuerte.
Hueche: cona muy jóven
Hueicha: guerra, pelea
Tensh: noche, oscuridad
Talcatún: tiro, disparo de arma
Ñoi: tonto
Lapem: muerte, matar
Cauel: caballo
Cauquen: Cisne
Choique: avestruz
Calvú-Leovú: Arroyo Azul
Nguechen: espiritu creador
Pillañ: alma que emigra al morir
Paila: Paz, tranquilo
Pulom: tierra llana, llanura o pampa.