Un mártir de la caridad en Azul: Padre Germán Marrassaà o.s.b.
La historia de Azul guarda un sinfín de perlas que esperan ser descubiertas. Santos y masones, vagos nacionales e inmigrantes emprendedores, artistas y locos, poetas y cuenteros, radicales, conservadores y peronistas... Tenemos miles de ambigüedades. Vivimos en una ciudad donde todo indica que nada es lo que parece y, sin embargo, por sobre todo se destacan los héroes anónimos, aquellos que sí tienen un nombre, pero que fueron olvidados por los años y la vorágine del progreso.
Una perla de nuestro pasado es la historia de un hombre que, dedicado a Dios, dio su vida por los demás. Luis Felipe, tal era su nombre de pila, nació el 21 de abril de 1884 en Saint-Faust (cerca de Jurançon), Francia. El 6 de abril de 1896 ingresó como oblato en Pau (Asilo Saint-Léon), país vasco-francés, y el 10 de julio de 1900 pasó a la Abadía Nuestra Señora de Belloc. Allí el 2 de septiembre de ese mismo año el Hermano Germán comenzó su noviciado y el 8 de septiembre de 1901 emitió sus primeros votos.
En 1903 los monjes fueron expulsados de Francia y la fundación del Niño Dios necesitaba más personal. Por ese motivo desde Belloc, la Abadía-Madre, partió para la Argentina un grupo de refuerzo para la casa filial. El Hermano Germán era uno de los trece jóvenes que integraban el contingente bajo la guía segura del Padre Ignacio Gracy, maestro de novicios. Llegaron a Entre Ríos el 28 de febrero de ese año.
El hermano Germán hizo su profesión solemne el 29 de septiembre de 1904 y fue ordenado sacerdote el 11 de noviembre de 1906.
Una digresión: del epistolario familiar se conservan algunas cartas que tienen como remitente a Germán; los destinatarios son su mamá María Bordenave, su hermano Simón y su hermana Eugenia, a quien está dirigida la mayor parte de la correspondencia. En algunas de esas misivas se alude al papá del Padre Germán, Luis Marrassaà, que había emigrado a la Argentina (unos años antes que su hijo monje arribara a estas playas) y de quien su familia, preocupada, tenía pocas noticias. También se dice que don Luis estuvo en varios lugares del país, incluso en Victoria (Entre Ríos), lo que hizo que padre e hijo se reencontraran...
El Padre Germán fue siempre muy solícito para el oficio divino y su piedad, mucho más que ordinaria, llamaba la atención de todos ya desde sus primeros pasos en el oblatado de Pau. Es así como se destacó de un modo poco común por su amor filiar a la Virgen María y su devoción ferviente al Santísimo Sacramento.
Igual altura que su vida espiritual alcanzaban en él su amor sin límites y su obediencia a toda prueba. Dos fueron las ocupaciones, entre otras, que tuvo de manera casi permanente: fue profesor de colegio y enfermero. En calidad de tal se desempeñó no sólo primero en la Abadía del Niño Dios, sino también después en sus tres casas dependientes (domus): el Santuario de Nuestra Señora de Itatí en la provincia de Corrientes, donde llegó a ser director muy eficaz de la escuela parroquial; una escuela y una capilla de campo en Larramendy, provincia de Buenos Aires, casa de la que fue superior; y finalmente el Asilo- Colegio San Antonio en Azul, obra en la que se reveló como un experimentado confesor y director espiritual.
A pesar de su complexión enfermiza, el Padre Germán siempre enfrentaba incansablemente todos los riesgos cuando se trataba de atender a algún monje enfermo. Sucedió entonces que en el Asilo San Antonio se produjeron varios casos de fiebre tifoidea (tifus) a finales de la década del ´20. El se contagió del mal cuidando a un cohermano, sabiendo muy bien que, si se enfermaba, su organismo no resistiría. Se durmió en la paz de Dios el 21 de abril de 1927, el mismo día que cumplía 43 años.
Al presentarse un nuevo aniversario de su fallecimiento, cada año, el entonces abad Salvador Laborde repetía, aunque las palabras podían variar ligeramente, estos mismos conceptos: "El buen Padre Germán murió como un mártir de la caridad y se lo recuerda como al santito de la Comunidad". Es de notar que ambos habían llegado juntos a estas tierras en 1903.
Fue sepultado en el cementerio central de Azul y, por distintos motivos, permaneció aquí ochenta años, olvidada su tumba y su magnífica historia... Este año, debido al espíritu curioso de algunos hombres, su ejemplo de vida fue rescatado y puesto como estandarte para quienes tienen como ideales la justicia, la caridad y por sobre todo el amor al prójimo.
Una vez hecho el traslado de los restos mortales del Padre Germán a Victoria, Entre Ríos, el pasado 13 de julio, la Comunidad monástica celebró la misa exequial en la Iglesia abacial y a continuación se le dio cristiana sepultura en el cementerio del Monasterio.
Como nos recuerda el Hermano Adelsio Delfabro H.S.F. (uno de aquellos espíritus curiosos que rescató esta historia junto a la historiadora Norma Iglesias), interpretando las palabras del cura de Ars, "cuando un Santo pasa por un lugar, Dios pasa con él y ambos permanecen".
El Padre Germán Marrassaà pasó por Azul, Dios con él y, sin dudas, ambos aquí permanecerán eternamente...
Por: Abad Carlos Oberti o.s.b. y Eduardo Agüero Mielhuerry