Veinticinco años de democracia, quince sin “Poliya” De Paula


Foto: Diario El Tiempo


Por Eduardo Agüero Mielhuerry

 

Más allá de lo que nos han enseñado en el colegio o de lo que nos han mostrado los noticieros o hemos aprendido por cualquier otro medio, los que nacimos de los años ’80 en adelante no conocemos otra forma de vida que no sea bajo el manto de la democracia.
Muchos la critican y comparan con “épocas mejores”, algunos se sonríen y creen que “meter bala” como en otros tiempos acabaría con la delincuencia de inmediato. Dicen que: “Si no te metías nadie te molestaba”, pero me pregunto: ¿qué somos si no nos comprometemos? ¿podemos permitirnos vivir dominados?. No sé cómo se puede vivir sin libertad, no lo sé y tampoco quiero aprenderlo. Los hijos de la democracia amamos la libertad, no el libertinaje (no confundir). 


Cuando uno oye hablar de democracia, de inmediato, al menos entre los azuleños, viene a la conversación el recuerdo del Profesor Rubén César De Paula. Pero claro, para los que somos más jóvenes y apenas quizá transitábamos el colegio primario por aquellos años,  no nos queda otra alternativa que recurrir a la historia, a los archivos, a los diarios viejos o los recuerdos de nuestros mayores.
Buscando y buscando, son pocos los que pueden argumentar algo en contra de aquél sencillo profesor de Educación Física, ese hombre de pueblo, trabajador incansable, que llegó al Municipio en su Dodge 1500 rural para cambiar la historia local.
Esta historia debería remontarse a sus años de militancia, a sus primeras actividades políticas, a su labor como concejal, pero fijaremos como punto de partida una fecha tan o más significativa aún.  


El Capitán de Navío Carlos Guillermo Cefaratti llegó a Azul en agosto de 1983 para asegurar las elecciones. Cansada de noches oscuras e inundadas de llanto, la Argentina buscaba el amanecer de una esperanza llamada democracia. Los cuatro meses que faltaban para culminar el año estuvieron cargados de ilusiones, discursos, promesas y temores...


Los candidatos más destacados para la intendencia azuleña eran Carlos Laurini, quien esperaba repetir las históricas victorias peronistas, y el profesor De Paula, quien esperaba la confianza de la gente para un gobierno austero y emprendedor.
Las elecciones del 30 de octubre de 1983 dieron su sentencia y marcaron a esa fecha como el comienzo de “otra historia”, de ésta historia. Rubén César De Paula se convirtió en el flamante Intendente de Azul, respaldado por 13.278 votos, contra 10.294 que obtuvo su principal opositor. “Poliya”, como le decían sus amigos, se transformó en una verdadera sorpresa para la ciudad y la misma Unión Cívica Radical.


Promoción de actividades deportivas y culturales, planes de viviendas y forestación, obras de pavimentación, y numerosas gestiones caracterizaron a la administración en una mezcla inusual de conservadurismo y progresismo, que le dieron a Azul un importante carácter en la región.


 A cuatro años del retorno de la democracia volvieron a darse en nuestro Partido elecciones para cargos municipales. De Paula había iniciado un gobierno progresista, su figura había ido creciendo y la ley le permitió la reelección. La Unión Cívica Radical avaló la candidatura para un nuevo mandato.


El Justicialismo, por su parte, propuso al joven dirigente y abogado Juan Atilio Barberena. Ex dirigente de la Juventud Peronista y asesor letrado de la Municipalidad en los ’70, apareció como el hombre que podía enfrentar a un radical de fuerte presencia y gran carisma.


El primer domingo de septiembre de 1987, las urnas dieron su veredicto: De Paula obtenía su segundo período de gobierno con el aval de 17.334 sufragios, mientras que Barberena, aunque perdedor, se había aproximado mucho con 15.166 votos.
 El segundo mandato de De Paula no fue sencillo.
La situación económica del país comenzaba a deteriorarse velozmente. La inflación amenazaba la estabilidad; el Plan Austral cedía ante el dólar. Los asalariados perdían su poder adquisitivo y otros perdían sus empleos. La violencia e inseguridad se convirtieron en moneda corriente. La crisis se hizo insostenible y ante la existencia de un presidente electo (Carlos Menem), el doctor Raúl Alfonsín decidió adelantar cinco meses el traspaso de mando previsto para el 10 de diciembre de 1989.
 En Azul la situación socioeconómica no era muy diferente. Sudamtex y Novotermic cerraron sus puertas; otras empresas amenazaban con idénticas medidas.


 Afortunadamente, la estabilidad institucional de la Comuna era otra. Sin embargo, el problema de la inseguridad hizo su aparición en la escena local y llevó la situación a otros extremos. El 6 de mayo de 1990, el conocido médico cardiólogo Edgardo Capelli (candidato a Intendente en 2007) convocó al pueblo a la Plaza San Martín. El 12, la comunidad respondió en forma amplia a dicha convocatoria. Todos estaban de acuerdo en que los problemas de inseguridad eran graves pero, lamentablemente, aquél que se “animaba a ponerle el cascabel al gato”, fue repetidamente amenazado, también sus familiares; y como consecuencia, el profesional se hizo a un lado.
 Nada fue fácil en los comienzos de la década del ’90 o “menemista”.


 Con el paso del tiempo, el sistema democrático se mostraba lo suficientemente consolidado en todo el país y en nuestra ciudad llegó el momento de volver a elegir Intendente.
La oposición esperaba el fin de la era “depaulista”. La alianza social que lo había sostenido durante varios años, y que superaba largamente al Radicalismo, comenzaba a presentar algunas grietas, sólo selladas por su tenacidad, pero que lo llevaban a “parar él solito, todas las pelotas”, como alguna vez se dijo, con el desgaste lógico que ello implicaba. Sin embargo, a pesar de todo, el profesor conservaba sus reflejos y mantenía en la galera varias jugadas.
 La lealtad a su pueblo y su Partido lo llevó a De Paula a aceptar el desafío de un tercer mandato, aunque nunca nadie se hubiera imaginado el abrupto y  lacerante final.
 En la jornada del 8 de septiembre de 1991, Rubén César De Paula obtuvo el mayor respaldo de su historia al obtener en las urnas un total de 18.900 votos, mientras que el Justicialismo, representado por Nicolás Castiglione se alzó con 12.191.
 Al año siguiente, algunas inundaciones menores produjeron un gran descontento en la comunidad. Por su parte, la cuestión productiva fue la cuña que la oposición había empezado a manejar en sus discursos, además de argumentar la necesidad de oxigenación de algunas áreas del Ejecutivo.
Lo que algunos olvidaban, era que Rubén César “Poliya” De Paula era un verdadero amigo de la gente, un hombre que llevó adelante una administración de puertas abiertas y que caminaba por las calles como un vecino más, olvidando la carga del “título” de Intendente, para sólo llevar la responsabilidad de ayudar a los azuleños.


El 22 de diciembre de 1993 cundió la noticia de que De Paula había sufrido una descompensación en la Terminal de Ómnibus, tras la cual debió ser internado y luego trasladado a la Capital. El 24, el querido profesor cumplió 61años. Sin embargo, poco tuvo de festivo aquella jornada.
Día a día su estado empeoró hasta que, el 11 de enero de 1994, Azul se enlutó para despedir a un verdadero baluarte de la comunidad.


Ojalá “Poliya” hubiera escrito qué sintió aquél 30 de octubre de 1983, cuando Azul ponía en sus manos todas las esperanzas para construir un futuro mejor. ¿Qué sensaciones habrá abrigado diez años después cuando muchos más azuleños confiaron en su gestión? Cientos de preguntas y pocas respuestas surgen a estas alturas, cuando, aunque brevemente, uno trata de repasar los diez años de una de las administraciones más recordadas y queridas.
Podemos no haberlo conocido personalmente, a los más chicos les sonará como un “personaje histórico” remoto,  otros lo ubicarán únicamente porque su nombre denomina a una calle céntrica y a un Jardín maternal. Sin embargo, no podemos celebrar veinticinco años de democracia sin recordar que hace quince años partió, más que un profesor, un verdadero maestro de la democracia.